31.12.05

¡Feliz año 2006!


Mis mejores deseos para todos los lectores de este espacio. Miguel y yo les enviamos un fuerte abrazo.

30.12.05

De rúbricas y recuerdos

Cuando era joven pasábamos buena parte de nuestro tiempo tratando de descifrar el secreto de los Grandes. Nos robábamos frases o ideas de las entrevistas que se publicaban, y luego hacíamos interminables borracheras en las que intercambiábamos nuestros hallazgos. Con el tiempo se fue haciendo claro que lo que en realidad buscábamos era una fórmula secreta para vivir la vida, aunque no fuera tan grande como la de aquellos Grandes que admirábamos.

Una noche alguien dio con una frase que se me quedó grabada: Uno debe ser capaz de firmar hasta su más pequeño acto. Eso era la filosofía de la vida de no recuerdo qué Grande. ¿Tú serías capaz de firmar todo lo que has hecho hasta ahora? Nos preguntamos aquella noche unos a otros. Todos contestamos, luego de unos segundos de reflexión, que no. No sólo había algunos actos que no firmaríamos, sino que negaríamos categóricamente haberlos realizado.

Recuerdo esto porque en este país, y para hablar de lo que conozco directamente, en este edificio en el que vivo, la gente es muy dada a firmarlo todo. Tanto, que para que no quede duda de la autoría, prefieren escribir todo en ves de simplemente decirlo, con tal de que la firma quede estampada.

Si alguien por descuido deja mal cerrada la puerta del elevador, un vecino firmará una petición para que se ponga más cuidado. Atentamente el señor fulano de tal. Si por error o negligencia alguien deja su bicicleta de manera que estorba el paso a un departamento, recibirá a su vez un papelito en que se le pedirá que no lo vuelva a hacer. Cordialmente la señora sutana. Y así la gente lo escribe y lo firma todo aunque lo que tengan que decir sea una estupidez. Alguno deslizará bajo cada puerta su alarma ante la vista de un ser extraño en la planta baja del edificio, alguien quien no respondió a una pregunta sobre su asunto en ese lugar y que seguro ni siquiera hablaba francés, y que si esto sigue así corremos todos graves peligros y el Señor nos ampare ante la catástrofe que se avecina. Patriotamente su vecino mangano de tal.

Tratando de seguir esta tradición, hace dos días pegamos un cartelito junto a la puerta de entrada del edificio. En él informábamos de una reunión que esa noche se realizaría en nuestro departamento. Y por supuesto, atentamente nosotros mismos. La cadena de rúbricas se rompió a las doce de la noche, cuando la portera se presentó ante nuestra puerta en bata de dormir y se olvidó de firmar la rápida amenaza que nos lanzó de viva voz de llamar a la policía si seguíamos haciendo tanto ruido.

No sé si los habitantes de este edificio conozcan el principio del que hablé al inicio. Pero estoy seguro de que han firmado más actos de su vida que cualquiera de los que estábamos en aquella lejana fiesta de mis años mozos. Y estoy seguro de que eso no los ha ayudado a adquirir ninguna grandeza.

De todas formas ya sospechaba yo que aquella frase tenía más que ver con el conocimiento y aceptación de uno mismo que con una voluntad en extremo perfeccionista. Me pregunto qué pensará ahora el resto de los que aquella noche nos hicimos la misma pregunta. Aunque si en este momento me preguntaran de nuevo si firmaría todo lo que he hecho, creo que aún diría que no.

¿Y usted?

28.12.05

La enfermedad del tiempo

El tiempo anda mal. Para intentar sanarlo, el Hombre le inyectará un segundo vía intravenosa justo a la medianoche del próximo treinta y uno de diciembre. Y es que el tiempo, como todo, también cambia. En su camino a la extinción, la Tierra hace también lo suyo y año con año varía casi imperceptiblemente la duración de su movimiento rotatorio. Es decir, cada año dura un poco más que el anterior.

Sin embargo yo tengo la impresión de que las cosas suceden exactamente al revés. Cada vez los años duran menos. Como las lavadoras o los carros, o las guitarras o los libros. Pero éstos al menos tienen la ventaja de ser cada vez más baratos, al menos en apariencia, mientras que los años son cada vez más difíciles de vivir. Esto deja ver que el tiempo, a pesar de la excelente campaña publicitaria que le regaló Einstein, no ha aprendido a cotizarse en nuestra sociedad de consumo y se ofrece, año con año, degradado y encarecido.

O el tiempo es un gran imbécil, o es un gran altermundialista. Después de todo, no es como si los estudiantes de la preparatoria de Batopilas hicieran una manifestación contra el imperialismo económico de los EE.UU. frente al quiosco de la plazuela. El tiempo es influyente. Sus berrinches contra el libre mercado se dejan sentir en todo el mundo.

Con la afirmación de que el tiempo está enfermo, sin embargo, no puedo sino estar de acuerdo. ¿Cómo se puede explicar, si no, que lo que apenas viví ayer lo recuerde como si hubiera sucedido hace meses? ¿Cómo explicar el retraso, a veces de días enteros, de la mente respecto al cuerpo en un largo viaje a más de 800 kilómetros por hora? ¿Cómo aceptar, si no, que el tiempo inyectado en nuestras vidas por un sueño corto e intenso nos envejezca más que semanas enteras de vida real?

El tiempo está cojeando. Lleva retraso respecto a la vida. Un segundito, dicen los expertos. Un pequeñísimo segundo, insignificante para todo lo que no se rija por la tecnología de punta, incomprensible y globalizada. Inyectémoslo pues, no faltaba más. Nosotros mismos hemos aprendido a aguantarnos la muerte gracias a las inyecciones. Aunque terminemos siempre por retomar el mismo paso torpe y lento, aunque volvamos a vivir irremediablemente atrasados respecto al tiempo, corriendo siempre detrás de él.

20.12.05

Escuchado ayer por la noche:

Descontando los niños de religiones no relacionadas, así como los que viven en zonas que por demasiado pobres no están incluidas en el itinerario, Santa Claus debe visitar, en la noche de navidad, sólo 300 millones de entre los más de 2000 millones de niños que hay sobre la tierra. A un promedio de 3 niños por hogar, el itinerario se reduce a 100 millones de visitas.

Cuando los coreanos se liberaron del yugo chino, sus gobernantes consideraron que debían deshacerse de toda influencia cultural del gran imperio. Crearon entonces un nuevo alfabeto a partir de cero y una nueva escritura para su lengua, única nacida de manera totalmente premeditada y racional, y que prevalece hasta nuestros días.

Ubicando los 100 millones de hogares distribuidos en una hipotética línea que rodea la tierra, el trineo de Santa Claus debe viajar a una velocidad mil veces superior a la del sonido, y detenerse cada 1,4 milésimas de segundo a dejar regalos en un hogar.

“El drama de nuestra época es que incluso aquel que no tiene nada está convencido de que tiene mucho que perder”

Para alcanzar la velocidad requerida el trineo de Santa debe sumar alrededor de 250 mil renos de los más veloces.

En la República Centro Africana los nativos no tienen derecho a poseer un negocio y nadie, nativo o extranjero, tiene derecho a tomar fotos.

El calor producido por la fricción con el aire a tan alta velocidad es tan grande, que quemaría a los 250 mil renos del trineo de Santa en 4 milésimas de segundo.

La felicidad del hombre no es posible sin la lengua alemana. Lamentablemente, ésta está destinada a desaparecer.

Puesto que el trineo de Santa se detiene cada 1,4 milésimas de segundo, sólo la cuarta parte de los renos se quema a cada escala. Parte del trabajo a realizar, mientras Santa baja por la chimenea, deja los regalos, se come las golosinas que le dejan los niños, y vuelve a subir por la chimenea, es sustituir los 50 mil renos calcinados por otros vivos.

Ya es tarde, vámonos a dormir.

19.12.05

Café de ensueño

Con frecuencia bajo al café de la esquina y me pongo a escribir. Me gusta porque es un café grande, con un pequeño salón al fondo casi siempre solitario. Y sobre todo porque los meseros son, si no simpáticos, al menos no pedantes: serviciales y precisos, parecen trabajar con el objetivo de lograr que el cliente disfrute su café como si estuviera solo, con el espectáculo del café como fondo.

Durante mucho tiempo fueron los comentarios de otras personas los que me hicieron saber que por las noches ronco. Algunos opinan que es apenas un tímido ronroneo, otros que un ruido molesto que les impide dormir. Pero mientras no fui testigo de mis propios ronquidos las diferentes descripciones que los demás hacían me parecían divertidas.

En el barrio del café Parodi hay algunas escuelas, una estación de trenes, muchos mini comercios, algunas zonas de inmigrantes y mucha población mayor. De modo que la clientela habitual es muy variada. Se ven jóvenes estudiantes, turistas que huyen de los MacDonalds, algunos inmigrantes y sobre todo muchos jubilados. Y también un perro, parte de la familia silenciosa que se encarga del café.

La primera vez que me escuché roncar a mí mismo fue durante un viaje en avión. Yo estaba tan fatigado que en cuanto me senté que me quedé dormido. Me despertó un rugido extraño, tan fuerte que abrí los ojos desconcertado. Pero en el instante la tranquilidad de la cabina me calmó, y pensé que tal vez había soñado con aquel ruido. Apenas unos segundos más tarde me volví a dormir, sentado y con la cabeza colgando sobre un costado. No tardé mucho en despertar con un sobresalto parecido, ante un nuevo rugido, hacia la calma de los pasajeros que leían o conversaban bajo el zumbido de la nave.

A la hora que llego el perro está echado bajo una de las mesas del salón del fondo. Las sombras y las patas de las sillas camuflan su pelo moteado de negros y marrones. En los momentos en que la escritura me sume en un estado de ausencia cercano al sueño, un rugido profundo y largo me congela frente al texto. El recuerdo de aquel viaje en avión me viene a la memoria, y me creo durmiendo y roncando, para molestia o diversión de los demás viajeros. Me digo que debo despertar, pero cuando busco sin éxito el avión y su zumbido, y me veo obligado a escuchar con más atención el rugido que aún prevalece, el oído me lleva hasta el rincón bajo las sillas en las que el perro moteado duerme apaciblemente.

He experimentado muchas sensaciones emparentadas con el sueño o sus perversiones. Pero esta somnolencia múltiple, tan particular que me impide escribir una palabra mientras permanece, es algo fuera de lo común. Al ensueño de la escritura se une la incómoda conciencia de los propios ronquidos, revividos en los pulmones de un perro, a la anestesia del avión en el aire y a los clines de las cucharitas contra las tazas. Y todo sin tener hacia dónde despertar.

16.12.05

It’s getting better all the time

1.- La Asamblea General francesa aprobó una ley que busca que en los programas escolares se reconozca el "rol positivo" de la presencia francesa en sus ex colonias.

2.- George Bush dijo que ahora que se acuerda la tortura es mala, y que tan es así que va a apoyar la propuesta de aclararlo en una ley norteamericana. Esto para que ya nadie diga que los EE.UU. son como los terroristas.

3.- México tiene la taza de desempleo más baja de todo América y Europa.

4.- Ayer fue un día histórico: el administrador de nuestro edificio cumplió una loable, generosa e importantísima tarea que mejorará la vida de todos los vecinos y la del barrio entero. Bajo nuestra puerta encontramos el siguiente documento:

Señora, Señorita, Señor:

Le recordamos las disposiciones del artículo XXX del reglamento sanitario de la ciudad que estipula:

“QUEDA PROHIBIDO ALIMENTAR A LOS PICHONES SOBRE LA VIA PÚBLICA Y EN LOS ESPACIOS PRIVADOS BAJO PENA DE UNA MULTA DE 138€”

Toda persona sorprendida en flagrante delito alimentando a los pichones deberá dar explicaciones y será objeto de eventuales procesos.

En consecuencia, le recomendamos conformarse a esta reglamentación.

El administrador



Recta final

El alemán la tenía. Iba bastante adelantado en la puntuación y fue convocado a una segunda entrevista. Se buscaba compensar su mala pata durante la primera. Era suya. Pero el alemán dijo que quería encontrar algo que estuviera libre más pronto. Y la dejó ir. El alemán se reportó ayer: no ha encontrado nada más y pregunta si todavía está convocado a su segunda entrevista. Esté pendiente...

14.12.05

1- Todo el día estuve de mal humor. Hasta que me tomé un café.

2- Algunas grandes figuras de la literatura y la historia murieron a los cincuenta y un años. Entre ellos Proust, Molière, Napoleón, Mahler y Balzac.

3- Para hacernos una idea de lo que esto podría significar, basta pensar en que si Victor Hugo hubiera muerto a los cincuenta y un años, el mundo no conocería algunas obras como 93 y Los miserables.

4- Balzac murió entre terribles sufrimientos, el cuerpo devastado por los litros de café que tomaba diariamente.

5- Al paso que voy, a los cincuenta y un años mi nombre no será ni la sombra de cualquiera de los arriba citados.

6- Aún bebiendo el doble de café que Balzac.

7- Existe otra forma de zafarse el mal humor: leer a Francisco Hinojosa.

8- ¿Alguien sabe si Balzac murió malhumorado?

9- No es posible vivir hacia atrás hasta el siglo XIX para que a uno lo pueda leer Balzac.

10- Espero que Hinojosa y yo vivamos muchos años hacia adelante.

11- Y que Ana llegue con más café porque ya se nos acabó.

12.12.05

Ora sí, la cumbia se puso de moda en Île de France. Y la culpa esta vez no es de los colombianos, sino de los argentinos. Llegué al Studio de l'Hermitage engañado por la promesa de un grupo multinacional con repertorio tradicional colombiano. No tardé mucho en darme cuenta de que no sólo todos los músicos y músicas eran argentinos, y por lo tanto, si aceptamos que ese país es uninacinoal, provenientes de una sola nación, sino que además eran desaforada y exclusivamente cumbieros. Luego del esperable berrinche inicial, y de que ni siquiera la belleza de la saxofonista me calmara, comencé a relajarme con ayuda de unos buenos tragos, y a darme cuenta de que los chés no tocaban nada mal. Es verdad que faltaban el calor y el sabor antillanos sobre el escenario, y también que la arritmia blanca se ofreció sin empacho toda la noche, reconociéndose tal vez en sus orígenes tras su larga cadena de exilios. Pero no pude menos que aceptar que el repertorio estaba cuidadosamente escogido entre lo mejor de la cumbia (Soledad, La pollera colorá, etc.), además de interpretado con el conocido buen oficio gaucho y con placer casi antillano. O tal vez fue el efecto de las colombianas que pronto nos rodearon con sus anchos bailes. El caso es que a media hora de iniciado el concierto no cabía ninguna duda de que aquel grupo era todo un éxito, que los presentes estaban dispuestos a todo por tenerlos tocando la noche entera, y que yo no podía parar de bailar cumbia aunque quisiera, pues me lo impedían la turba sudorosa y el sabor a tierra caliente que surgía de mis entrañas tropicales. La cumbia estaba irremediablemente de moda en Île de France.

11.12.05

Los candidatos

He estado ocupado recibiendo la visita de personas interesadas en rentar una recámara en mi casa. Aquí una primera preselección. Quien se crea en condiciones de dar consejos, siéntase libre de hacerlo. Se le agradecerá públicamente, pero no garantizo satisfacción a cualquier demanda.

1.- Joven francesa. Vino en carro. Se presentó bien arreglada, dicharachera y sonriente. Se instala apenas en la ciudad, proveniente de provincia. Habló de su trabajo en la asistencia social de manera entusiasta. Se guardó hasta el final la carta de los dos gatos con los que viene incluida, y a los que no puede tener en la casa donde ahora duerme porque a su hermana no le gustan. Yo esperé mucho menos para decirle que los gatos me provocan reacciones alérgicas.

2.- Alemán estudiante de filosofía y ciencias políticas. Llegó tarde, vestido de negro y hablando mal francés. Cuando su entrevista se cruzó con la de una chica francesa, quien además llegó acompañada de una amiga con problemas para dejar de hablar, pareció decepcionado. Sin embargo no se rindió. Intervino en la charla en varias ocasiones con poco éxito. Mirada sincera y gestos amables.

3.- Francesa muy joven recién llegada de Bretaña. Muy sonriente. Diríase que abierta a entablar conversación con casi quien sea por el tiempo que sea. Amiguera, pues. Trabaja en el mantenimiento de un sitio Internet. Piel muy blanca, ojos poco descansados. Llegó riendo a carcajadas con una española con quien salía por primera vez.

4.- Estudiante de teatro, funcionario de la educación nacional en periodo de transición. Si quiere realizar su sueño de ser actor, debía abandonar su trabajo a contrato indefinido en un pequeño pueblo del País Vasco para ir a la capital. ¿No creíamos? Mirada entusiasta, casi inocente a pesar de la edad. Maneras francas y necesidad de ensayar a gritos sus parlamentos en su recámara de vez en cuando; espera muy sinceramente que esto no resulte molesto.

5.- Joven bretona acompañada de amiga bien vestida, callada y también bretona. Trabaja en algo poco recordable, de horarios muy fijos y sin demasiados riesgos. Sonríe pero no mucho. Capaz de hablar pero también de callar. Cabello en rizos sobre los hombros. Su tono de voz suave se antoja conveniente para un "qué tal" prudente luego de un asqueroso día de lluvia y frío. No que tenga programados muchos, pero nunca se sabe.

6.- Tejana que vive fuera de su planeta desde hace bastantes años. Lo que más extraña de Tejas es la comida mexicana. Trayectoria tormentosa y un poco demasiado familiar. Sonrisa contagiosa y eficaz, a juzgar por los estragos causados entre algún amigo poco tímido durante una accidental incursión en nuestros ritos sociales.

7.-
Joven búlgara con nombre ruso. Estudiante de lengua rusa y ciencias políticas. Además trabaja como edecán en diferentes eventos. Circula por la ciudad con su disfraz de mujer bella y sin tema de conversación. Al llegar pidió sin complejos un sitio donde ponerlo a salvo de las arrugas durante su estancia. Se interesa por la información de los servicios secretos soviéticos, la corrupción en México y la percepción en América Latina de la crisis de los misiles cubanos en el 63. Insiste de manera un tanto necia que tiene un fuerte acento extranjero.

8.- Enfermero de inexplicable especialidad, norteamericano y de voz muy fuerte. Como en ningún otro país del mundo existe su puesto se dedica a enseñar inglés a niños franceses. Confía en que hay suficiente trabajo para vivir seis vidas. Miró apenas la recámara y se sentó a la mesa a hablar con una asombrosa incapacidad de silencio. No tocó su té. A las horas de haberse ido envió un correo electrónico preguntando el tamaño de la habitación, si estaba amueblada y si en el departamento había baño. ¿Había una ventana?

Las votaciones quedan abiertas a partir del momento de la publicación de este texto y hasta nuevo aviso.

6.12.05

Sobre temas distintos al tarot

A la loca, compulsiva carrera hacia la acumulación que caracteriza nuestro tiempo, podemos sumar de manera definitiva una histérica adicción por la inmediatez. No sólo hay que tener más, hay que tenerlo más rápido. Nos hemos vuelto salvajemente primiciadictos: hay que tener más que cualquier otro, antes que cualquier otro.

Yo iba a escribir hoy sobre el tarot, pero otro blogero me ganó la anécdota. Y aunque en principio no importa puesto que, aunque se trata incluso de la misma escena, su experiencia puede (y seguramente es) distinta de la mía, y por lo tanto lo que ambos podamos escribir sobre ella será diferente, la coincidencia me llevó a pensar en lo de la inmediatez y a abandonar el tema del tarot.

La primiciadicción, reciente y aún en desarrollo, tiene sin duda un fuerte promotor en Internet y en otras deslumbrantes aplicaciones del desarrollo tecnológico. Su forma más perfecta se encuentra en las emisiones televisivas.

Todas las grandes cadenas de noticias envían a sus reporteros a las zonas de guerra, con la misión única de obtener más información que los demás, antes que los demás. Estos obedecen y casi se matan entre ellos, o se hacen matar por otros, con tal de alimentar nuestra última gran adicción. Si yo trabajara para una emisora, el llegar segundo a la difusión de la escena del tarot me costaría sin duda el puesto.

Y sin embargo no es un gran secreto, para quien vive bajo el régimen noticioso occidental, que una vez vista una noticia una primera vez, la segunda y tercera, aunque se la capte en otro canal de televisión o estación de radio, será prácticamente igual, y por lo tanto una repetición inútil. En lugar de hacerse repetir algo que ya se vio y escuchó, preferimos cambiar de canal o de estación y satisfacer ese otro acto compulsivo: tener más.

Esto explica por qué en nuestro sistema noticioso lo más importante es la primicia. El que obtiene la información primero gana. Los que llegan después se quedan con las migajas. El Antes. Una vez transmitida la noticia, una vez que se ha marcado un punto a favor, lo importante es buscar el próximo. El Más.

Y hablo del sistema occidental porque los demás no los conozco. Tal vez no funcionen de manera muy distinta, pero sería seguramente interesante poder ver, desde occidente, lo que se transmite en oriente.

No soy el único que piensa de esta manera. Por suerte, entre esos otros hay gente que no sólo pone palabras en un blog, sino que crea cadenas de televisión. Si todo sale como se planea en Qatar, y si el escándalo de los planes secretos del Pentágono para bombardear Al-Jazira no pasa de moda demasiado pronto, el proyecto de esta cadena para abrir un canal internacional de noticias en inglés tal vez llegue a realizarse.

Si esto sucede será posible, luego de haber visto una información en CNN o la BBC, darse una vuelta por Al-Jazira en inglés y enterarse de una versión distinta. La participación del inglés Nigel Parsons, periodista de larga carrera, como director del nuevo canal, hace esperar una competencia seria.

Esta posibilidad contradice en parte la práctica de la primicia, pues habrá que invertir más tiempo en un acontecimiento que ya conocemos. Pero sólo si se quiere. Dos versiones de un solo acontecimiento limitan la posibilidad de conocer otros hechos más pronto, pero permiten acumular diferentes puntos de vista. Y aún se puede jugar a acumularlos antes que los demás.

La historia del tarot que quería contar ya no es primicia en la red. Pero por suerte la histeria del más y antes aún no alcanza este nuevo género, personal todavía en lo que se puede y, tal vez, si se me pasa el coraje, algún día la escriba.

Qué quieren. La vanidad es otro de nuestros vicios.

4.12.05

Faustus in Naboo

Me reuní con un grupo de amigos de la Universidad de Créteil. La sala era elegante y sobre las mesas había botellas de jugo y sidra. Habíamos acordado que yo les hablaría sobre el Doctor Fausto y Frankenstein, que ellos escucharían atentamente, y que luego celebraríamos con una cena.

La historia de Frankenstein todos la recordaban con mayor o menor detalle. Los vi asentir con la cabeza mientras esbozaba la historia del relato original de Shelley. El Doctor Fausto resultó menos conocido. Expliqué que el original Fausto fue un alquimista alemán cuya fama había trascendido fronteras. Se decía que era capaz de convertir en oro casi cualquier metal y de devolver la juventud al más arrugado viejo. Pero sobre todo pasó a la historia por un supuesto pacto con Mefistófeles, mediante el cual podría hacerse con todos los conocimientos secretos de la naturaleza.

Aventuré una comparación entre ambos personajes, y luego pasamos a la también acordada sesión de preguntas. Alguien recordó a Dorian Grey frente a su espejo, alguien más a un perro que gira buscando morderse la cola. Cuando parecía que la curiosidad comenzaba a agotarse, un posdoctorando y políglota filósofo de la ciencia italiano pidió la palabra.

Recordé el momento en que, unos minutos antes, mientras el italiano estaba sentado en mi lugar, haciendo a su vez una exposición sobre lógica matemática, lo vi tener dificultades para hablar. Como sobre la mesa sólo había sidra y jugo de frutas, le acerqué un vaso con jugo de naranja. El italiano lo apuró unos segundos después, y con un escalofrío pude sentir su dificultad para pasar el trago, para despegar la lengua, para retomar el ritmo luego de la empalagosa pausa.

Al verlo con la mano en alto me dije: Ahora sí, se va a vengar. La moderadora le cedió la palabra: "¿Crees que es posible, según lo que acabas de exponernos, identificar dentro del mito faustiano a la figura de Anakin Sywalker?"

Hubo expresiones de sorpresa, sonrisas y hasta una carcajada. El italiano me miraba serio. Desde ese punto preví dos posibilidades: la primera, la susceptibilidad italiana era de cuidado, y el filósofo me ponía en vitrina para después desbarrancarme desde más alto y con más estruendo. La segunda, el colega sólo estaba aburrido y se moría de ganas por irse a ver por décima vez uno de los episodios de la saga aludida, o por lo menos de beberse una copa hablando de él, de preferencia con alguien igual de motivado, y avanzaba una propuesta de discusión para la cena programada esa misma noche.

Por suerte para mí, esta segunda hipótesis resultó la verdadera. Me parece que sí, le dije, algo hay de Fausto en Anankin. Aunque habría que revisar sus verdaderos móviles. ¿Buscaba en el lado oscuro el conocimiento, el poder, o la ilusión del amor eterno? Aunque éstas últimas consideraciones surgieron un poco más tarde, alrededor de migajas de pan, servilletas en bola, ceniceros humeantes, copas llenas de vino y caras rojas, rojas, rojas.

3.12.05

Roma ciudad abierta

“Roma, ciudad abierta” es una asombrosa película. Ni la pantalla pequeña, ni la mala calidad de la imagen (que en algunos pasajes es casi extrema), ni la distancia temporal y por lo tanto técnica impidieron que, después del superado impacto, me preguntara: ¿pero qué carajos, qué hacen los señores de Hollywood con sus cientos de millones de dólares para que sus producciones sean tan frecuentemente tan inferiores a esto?

Que no se me tome por renegado de un cine que me alimentó de fantasías, de maravillamientos entonces huidizos, de motivos de charlas inacabables, de oscuridad suficiente para contactos reveladores. Me confieso adepto y víctima de la monstruosa Meca. Pero hay momentos en los que uno no puede evitar sentirse engañado (en realidad se trata de un desengaño, pero apenas pasado el asombro, duele más el velo que ha quedado sobre el suelo que la luz que invade violenta los ojos), y preguntarse: ¿pero qué carajos, qué piensa un tipo como Jerry Bruckheimer, un gigantesco cheque en la mano, cuando recuerda el momento en que vio su “Roma, ciudad abierta”?

No se puede pedir a todo el mundo el talento de Rosselini. Pero me resisto a creer que entre la inmensa cantidad de cineastas en ciernes no hay algunos talentos comparables a los del italiano. Y existe sin duda el suficiente dinero y sed de glorias ajenas, y una moral lo bastante cómoda para comprar legiones enteras de cineastas sin futuro.

Pero tanto se niegan unos a comprarlos, para qué buscarle tres pies al gato, como los otros a venderse antes de ver humillado al comprador. Muy legítimas ambas posturas. Pero mientras tanto el arte de más impacto sobre el planeta se hunde con todo y palomitas. Argumentar que a Rosselini el Público no lo quiere ver, cuando millones soportan a Eminem con tal de salir de casa me parece insostenible.

El tiempo apremia. No cabe esperar gran sacrificio por parte de los bruckheimers, y se corre además el grandísimo riesgo de que a alguno de ellos, en un afán por lavar su conciencia, se le ocurra hacer su remake de Rosselini. Es necesario actuar cuanto antes. Por ahora se me ocurre sólo una solución:

¡Por el futuro de las masas, cineastas talentosos del mundo: venderos!