24.4.09

La dentadura de Onetti

... se paseó ayer por el Instituto Cervantes en boca de Mario Vargas Llosa. Marito, como él mismo se llama cuando se autoficciona, no tuvo empacho en mostrar el buen estado de esos dientes que, en broma o no tanto, dijo haberle heredado el ya viejo y casi desdentado uruguayo. Se veían en tan buen estado que no pude dejar de preguntarme: ¿y a quién se los va a dejar Vargas Llosa? La lista de candidatos sería larga.
Fuera de eso, la charla con Gustavo Guerrero y Albert Bensoussan en torno al ensayo del peruano sobre Onetti fue cálida y animada. Vargas Llosa definió como "crapulosa" la escritura de Onetti, a quien comparó con Céline y Camus, y de quien dijo fue uno de los que mejor aprovecharon la enorme influencia de Faulkner. Porque hay influencias que pueden ser destructivas, se extendió, como sucede con frecuencia con Borges, que nos heredó toda una legión de "borgesitos", y como sucede también con Faulkner.
Da gusto escuchar a alguien como Vargas Llosa hablar abiertamente de aquello que lo apasiona y lo vuelve apasionante: la buena literatura, y dejar de lado otros temas que también le apasionan pero que no logra volver tan seductores, como la política o él mismo.
En esto estuvimos de acuerdo quienes nos habíamos congregado ahí para escucharlo: Harmodio, Haydée y yo; aunque el consenso no fue el mismo cuando discutimos su traje de leve azul-verdoso sobre camisa rosa y corbata barroca, contraste notorio con la vestimenta más casual y oscura de sus acompañantes. ¿Postura mediática?, ¿afirmación ideológica?, ¿desenfado de estrella literaria? ¿Dónde está Barthes cuando se le necesita?

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