6.12.06

Despertar en el DF

Volver es como despertarse tarde. Conviven en el estado de ánimo la desazón ante el brusco cambio de realidad, y la seguridad poco a poco reafirmada de que nos encontramos ante una certeza incuestionable y conocida: el mundo real, el mundo de los vivos y los despiertos. El mundo que vuelve a estar ahí siempre que perdemos cada una de esas otras realidades, tan grandes y verdaderas como la original, pero que se diferencian de ésta en que no son periódicas. Si todas las noches soñáramos el mismo sueño, ¿qué lo distinguiría del mundo real? Nada.

Por eso volver y despertar es casi lo mismo. Uno vuelve siempre al mismo sitio, pero se va a lugares diferentes. Y al volver abre uno los ojos a una habitación de paredes y muebles reconocibles desde siempre. El cambio puede ser violento, decepcionante o aliviador, pero siempre el marco de la puerta, la luz que se filtra por la cortina, el ruido en las calles y el olor del aire terminan por convencernos de que éste, y no el otro, es el repetido mundo de los despiertos.

Algo reaparece siempre desfasado, sin embargo. En el transcurso del viaje-sueño hay lugar para minúsculos cambios, y el despertar suele ir acompañado de pequeñas sorpresas. Junto al reconocimiento del orden afirmado, vienen esos oyos negros que son las viejas noticias conocidas por todos, menos por uno. Volver es como despertarse tarde. En la modorra donde usualmente se dan voces mañaneras, huele a café recién hecho, o se escuchan las regaderas de los vecinos, puede reinar el silencio o la luz extraña de una hora inusual.

Sales de la cama, te asomas a las habitaciones, a la calle, a la luz del día que en lugar de nacer muere. Escuchas a lo lejos, entre los ecos de la ciudad, la vida cotidiana que se escapa, se te escurre burlona. Te preguntas si el sueño de que despiertas duró doce horas o tres días. ¿Meses? ¿Años? El mundo está ahí pero, ¿dónde están todos? Un sombra se convierte poco a poco en un rostro definitorio, y sabes entonces que el sueño fue largo e intenso, pero que ahora, al menos por esta vez, has vuelto.

Volví.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayer en el taller levantámos un brindis por Los Caimanes

Anónimo dijo...

Gaston
Me habian hablado de ti, de lo bien que escribias, asi que decidi visitarte... Nunca dejes de escribir lo que sientes, de sentir lo que haces... de hacer lo que sientes.

piamimh.

Anónimo dijo...

Chingá, pinche mono, ya deja la beberecua y actualiza el blog. Hace un frío del nabo