23.3.06

Cené en la casa de Flaubert. Sí, sí. Gustave Flaubert. Yo, que casi siempre reniego de esa manía que tienen las grandes ciudades de abanicarse, siempre a destiempo, con la gloria de a quienes en otro tiempo ignoraron o rechazaron, me quedé boquiabierto frente a la placa que presidía la puerta del edificio. Ahí vivió Gustave Flaubert entre 1856 y 1869. Ara nos había invitado a cenar a su casa, pero no nos advirtió sobre este detalle. Subí al departamento y antes incluso de saludarla le pregunté por Flaubert. Ah, sí. Había olvidado decirlo, pero él vivió ahí, en ese mismo departamento. Probablemente esa pieza que estaba a mi izquierda, y por cuyo ventanal se veía el Boulevard du Temple, había sido su estudio. Tal vez su mirada se perdía entre las ramas del árbol que se alzaba justo en frente, o espiaba a las señoritas en las ventanas al otro lado de la calle. Yo me imaginé a Mme Bovary viniendo del fondo del departamento, desde la cocina, soñadora y esbelta, con paso de sombra, y acercándose hasta el escritorio en que Gustave se arrancaba los pelos corrigiendo esa cadencia al caminar por millonésima vez. El parqué crujía bajo los pies de Emma, y volvía ininteligibles las explicaciones de Ara. Aún así escuché que Salammbô y La educación sentimental fueron escritas ahí mismo. No pude sacarme en toda la noche la sensación de ser espiado, de ser socarronamente puesto frente a mis propias reticencias de incrédulo, para ver cómo reacciono cuando me veo acorralado. Al fin me decido a proponerlo. Sin tomarlo muy en serio, los ahí reunidos aprueban, y probablemente lo olvidan en el acto. Yo no puedo dejar de pensar en ello, día y noche, vida y sueño. La próxima vez, conseguiremos ayuda, invitaremos a Charles y Emma Bovary, Mâtho y Salammbô, Fréderic Moreau y Marie Arnoux. Haremos una sesión espiritista. Invocaremos al espíritu de Flaubert.

1 comentario:

Anónimo dijo...

!Yo estoy completamente de acuerdo! Hay que hacer una sesión espiritista. Sobre todo para saber porque te esconden los paraguas.
Un beso. Ani