26.1.06

No lo vuelvo a hacer

Estaba yo con José Alfredo tomándome un café en un bar muy viejo y bonito que él mismo escogió. Yo bebía de mi café con leche, calentito y espumoso, cuando de pronto un tremendo novelón marca Vargas Dulché que iba pasando por ahí perdió el control y fue a meterse hasta el fondo del local, despedazando la vidriera con un estruendo horrible. Quedamos tan golpeados después del accidente que decidimos ir de inmediato a un centro de urgencias que se encuentra justo al otro lado de la ciudad. Nos montamos en nuestras bicicletas y pedaleamos jugando a quién quebraba más charquitos congelados con las ruedas. En el centro de emergencias había mucha gente y mucho alcohol. Cuando ya estábamos medio borrachos, dos muchachas nos dijeron que el doctor que cura haciendo llorar a la gente de plano ese día no nos iba a atender. Nos recomendaron ir a otro centro, que estaba ahí cerca, y donde se hacen terapias de grupo. Las sesiones son largas, pero si uno sigue las indicaciones acaba llorando tanto como si hubiera tenido sesión doble con el famoso doctor. Llegamos al centro y nos pusimos a hablar y a beber, pues el tratamiento siempre incluye alcohol. Ya estábamos sintiendo ganas de llorar cuando José Alfredo comenzó a tener alucinaciones. Veía seres que volvían de otros tiempos y lugares para arreglar extrañas cuentas con él. Decidimos irnos a otro centro. Por suerte en esa zona de la ciudad hay varios. Pasamos así de un grupo a otro, y lo poco que nos curábamos en cada uno lo perdíamos después en el trayecto bajo el frío. La jornada se alargó, y terminó como suelen terminar esos accidentes. No pudimos llorar ni curarnos, pero nos encontramos con gente que estaba en una situación parecida a la nuestra, y compartiendo nuestros dolores la pena fue más llevadera. Fue en ese momento que José Alfredo hizo lo suyo y nos deleitó con algunas de sus canciones. Sólo que la velada terminó de golpe a eso de las cuatro de la mañana. Mi jalador de orejas satelital se activó sorpresivamente. Intenté contarle la historia que acaban de leer pero al parecer no le pareció convincente y me llevó de los chivitos desde los Jardines de Luxemburgo hasta mi cama, caminando y bajo un frío tan espantoso que ya ni los charquitos congelados que se acumulaban en mi camino pude quebrar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Hombre de los Delirios mexicanos:

Iba usted de Pedro Negrete? O de Jorge Infante? Dicho de otra forma? Se le cruzaron tanto los cables que la onda satelital ejecutô una transubstanciaciôn? O se tratô simplemente de un regaño de orejas del productor en jefe?



De crîptico a crîptico...

Miguel Tapia Alcaraz dijo...

si se relee así, dormido y rehidratado, sí suena como chiripiorca. ¿alguien conoce un remedio para la cruda literaria?