12.2.06

El plantón

Nos dejaron plantados. En el Bistrot de l'Horloge, en ese minibarrio que tantas veces había rodeado sin atreverme a entrar, nos encontramos únicamente, de los cinco o seis que estábamos previstos, el Señor Secretario y yo. Ya sentados y conscientes de nuestra triste situación, resolvimos tomar al toro por los cuernos y nos resignamos a pedir unas cervezas, esperando la hora en que servirían el Cus Cus, cortesía de la casa.
A la primera ronda siguió otra, y otra más, hasta que, dos horas después del horario en que se suponía nos servirían el Cus Cus, comenzamos a impacientarnos. Preguntamos a uno de los ocho meseros, que desde que llegamos no hacían otra cosa que bromear en la barra, cuánto tiempo más habría que esperar. El tipo, voluminoso y vestido con una playera a la Pepe el Toro, se limitó a cambiarnos de mesa. Si sólo éramos dos, teníamos que dejar lugar para la demás gente.
Mi impaciencia aumentó. Teníamos cita para ir después a casa de un amigo, y ya teníamos retraso.
- Vámonos de aquí - sugerí al Señor Secretario.
Pero éste, con la sabiduría que le caracteriza, me dijo:
- Ni madres. Yo no me voy de aquí sin mi Cus Cus.
- Pero son capaces de hacernos esperar una hora más.
- Ahorita les armo un desmadre - dijo sentencioso no sé si para calmarme o para asustarme.
Para colmo, el Pepe el Toro de Argelia nos sentó junto a un par de francesas de esas que al Señor Secretario no le gustan, pero que no deja de festejar. En cuanto éste las vio, se olvidó del Cus Cus, de los reclamos y de los amigos que ya comenzaban a marcar a mi teléfono para reclamarnos nuestro retraso.
Entre el plantón, el hambre, la mareada que el Señor Secretario le estaba pegando a las francesas, la fealdad de éstas y la presión de los amigos, estaba ya a punto de levantarme y plantar por séptima vez al mismísimo Señor Secretario cuando Pehpe El-Tohrim vino a servirnos el tan anhelado Cus Cus, afirmando que debíamos pedir otra ronda si queríamos comer.
El Señor Secretario, olvidando por primera vez a las vecinas, y con la diplomacia que le caracteriza, dijo que ya había tomado suficiente esa noche y que no iba a pedir nada más. Acto seguido, ensartó un merguez con el cuchillo y se lo llevó a la boca ante la mirada atónica del argelino, que ya se dirigía hacia la barra en busca de su jefe.
Para nuestra suerte, a esa hora el restaurante estaba tan lleno, y los meseros tan ocupados, que antes de que el patrón se apareciera ya nos habíamos comido nuestra ración, pagado nuestro consumo y estábamos casi listos para partir. Casi, porque el de nuevo exhultante Señor Secretario, recobradas las fuerzas, se despedía de las vecinas de mesa desplegando galantería e ingenio.
Al final pudimos partir, y llegar con retraso a casa de nuestro amigo, en donde bromeamos alegremente hasta que en un momento dado el Señor Secretario, al parecer molesto por un chiste que no le gustó, me dijo con la autoridad que le caracteriza:
- Cállate o te invito un Cus Cus.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dios quizo que me conectara para decirte dos cosas:
1 que bien que te dejen plantado porque no invitaron. Pintura sin Internet se quedo sin cous cous escandaloso.2. esta guea que los talleristas se casen ( pacsearse es lo mismo pero sin vestido blanco) me asusta!!!! mierad el taller se institucionaliza!
Viva el pacs...