18.11.05

"Tu hijo se llama Pedro y ya es adolescente"

No es difícil imaginar el espanto que sentí al leer esta frase en un correo que recibí hace unos días. Aunque el mensaje lo firmaba una pareja de amigos, felizmente casados desde hace años y con dos hijas, la frase, así de buenas a primeras, no deja de ser perturbadora. Mi primera reacción fue asegurarme de que estaba solo y que podía releer el mensaje con calma sin temor a ser espiado. Volví a abrir la ventana del correo electrónico, que había cerrado instintivamente apenas sospechado el significado de la frase, y releí atentamente con el corazón hecho un nudo de aire.

Descubrí entonces con alegría que se trataba, efectivamente, de mi hijo, pero mi hijo virtual. Una fiesta estalló en mi pulso cardiaco. Había de pronto olvidado que, en la última visita que hice a mis amigos, la menor de sus hijas, de doce años, me invitó a participar en su juego favorito: un programa de computadora que permite crear, casi desde cero, un pueblo completo.

El usuario puede crear desde la ubicación del pueblo hasta las más pequeñas manías de cada uno de sus habitantes. Distribución urbanística, tipos de construcción; tamaño, forma y materiales de las casas; amueblado y decorado; habitantes con sus características físicas, intereses, profesiones, gustos en el vestir. Incluso es necesario definir sus amistades y enemistades, su vida social, tiempo libre y costumbres en el aseo personal. El centro del juego es, previsiblemente, la cartera de cada uno de los habitantes. Como en la vida real, cada pequeño aditamento a la decoración de la casa, al vestir o a la vida social implica un gasto, y esto es meticulosamente descontado del bolsillo del usuario.

La idea de A consiste en invitar a sus amigos y amigas a crear su propio habitante. De esa manera, en su pueblo virtual tiene cerca, de alguna manera, a aquellas personas cuya compañía disfruta. Así, tiene a habitantes creados por sus compañeras de escuela, así como de algunos primos y de su hermana y padres. Gentilmente, haciéndome un gran honor, me invitó a crear mi propio habitante. Ella me acompañó durante todo el proceso (a mí me hubiera tomado una semana hacerlo solo), y juntos creamos a un hombre joven, ordenado y simpático que se instaló en una zona no muy poblada de la pequeña ciudad. Supongo que se trataba de mi alter ego, como creo debe ser el caso para todos los demás. Gracias también a ella pude conseguir dinero para comprar y remodelar una casa, amueblarla y decorarla, y hacer una fiesta para conocer a mis nuevos vecinos.

Fue en esa costosa fiesta que conocí a Norma (¿O era Claudia?), una vecina muy simpática que al parecer estaba muy contenta de que yo hubiera llegado al barrio. En ese momento, lamentablemente, tuvimos que dejar el juego. Era hora de salir a cenar. Pero la gracia del programita es que, una vez echado a andar el pueblo, la vida no se detiene. Cada vez que A enciende su computadora, el tiempo ha pasado y ha dejado sus efectos sobre cada uno de los pobladores. Ella y sus invitados pueden seguir haciendo cumplir sus caprichos sobre sus creaciones, como verdaderos dioses olímpicos, y luego olvidarse de ellos y encargar la continuación de su insignificante destino a las masas de unos y ceros esclavizadas en el interior de aquella caja de plástico y circuitos.

Así, pocos meses después de mi visita, el habitante por mí co-creado, (olvidé su nombre) y la simpática vecina por fin hicieron migas. Pero el hijo del que se me informaba en el mensaje no es de ella. Muy generosamente, mi habitante recibió un niño en adopción (supongo que el trabajo no le dejaba a Norma el tiempo de tener un hijo), que es quien se llama Pedro y es ya adolescente.

Recuerdo haber salido de casa de mis amigos preguntándome si, en caso de que tal juego hubiera existido cuando yo era chico, yo hubiera disfrutado tanto como A el crear meticulosamente pequeños seres que se parecen mucho a nosotros mismos. Ahora me digo que, en realidad, no se aleja mucho de lo que ahora intento hacer cada vez que me siento frente mi computadora. Solo que la versión de mi software es bastante más antigua. Y del hardware mejor in hablar.

1 comentario:

Miguel Tapia Alcaraz dijo...

Pedro se fue para el norte, y cruzó pal otro lado... a mí que me esculquen.